lunes, 13 de junio de 2011

Un "comando" sale a buscar pibes de la calle para orar con ellos

El pastor Garcés (izquierda) y algunos miembros de "Casa de bendición"

Evangélicos salen en grupos a encontrarse con pibes en la calle, les hablan y buscan orar con ellos, aunque algunos chicos estén drogándose o tomando alcohol.
El cronista de esta página dialogó con el pastor Ulises Garcés, un hombre de sonrisa sempiterna, sonríe aunque esté hablando de tragedias locales, de las que conoce hasta el detalle pues varios de los fieles de su Iglesia evangélica denominada “Casa de Bendición”, han sufrido en carne propia situaciones de marginalidad, violencia, drogadicción, privaciones de la libertad.
Garcés y cuatro personas estaban presentando su trabajo social y religioso en un stand colocado en el salón de El Arca, en el marco del Tercer Congreso de la Juventud organizado por la Municipalidad.
Garcés se refiere al grupo que él dirige para salir en las noches como “comandos”, comandos de “salvación”. Van en un auto, y recorren los ventosos y fríos barrios caletenses, buscando conjuntos de niños, adolescentes y adultos reunidos en alguna esquina, o en algún recoveco callejero. Cuando encuentran un grupo, va uno de los evangélicos a hablar con los integrantes de la barra, y, si están dispuestos, avisa al resto para se una a la charla. A veces, las cosas no les sale tan fácil. Muchas veces tuvieron que salir rápidamente de una discusión porque los “chicos de la calle” se ponían demasiado violentos, sobre todo los que ya habían ingerido sustancias o mucho alcohol.
El pasto comentó que ya salieron al 17 de Octubre, al Rotary 23, al barrio Jardín, al Gregores, al 2 de Abril.
Hasta ahora lo que más le emocionó fue lo que le ocurrió la noche del viernes pasado cuando dos hermanos conocidos, pibes del barrio Jardín (cerca del 120 Viviendas), que han cometido tropelías varias, que andan armados, que protagonizaron un hecho de sangre para las fiestas de fin de año del 2009, se sumaron a una oración con el pastor Garcés y su gente, en una esquina del barrio. Algunos de los pibes de la barra, incluso, con cajita de vino en mano oraban.
-Te encontrás con cada cosa. A veces muy emocionante. Hubo uno que nos contó la situación de abandono, otros cuentan la situación de violencia dentro de la casa, otros dicen que no tienen comunicación con sus padres. Pero a veces se quiebran y lloran y buscan abrazar a alguien.
Como el caso del muchacho que estuvo en cárcel y que ahora es uno de los secretarios que tiene el pastor. Su cambio empezó con un abrazo al pastor Garcés que siempre lo veía por la calle y que trataba de persuadirlo de que dejara de tomar y que se uniera a ellos. El muchacho estuvo en la cárcel, “privado de libertad”, prefiere decir, consumió “todo”, incluso cuando vivió en Neuquén, o Mendoza, o Buenos Aires, probó “de todo: LSD”, y el temible “Paco”, y la “cocaína más fuerte, de alta pureza”. En Caleta andaba borracho con la botella, y el pastor se le acercaba y le decía que “podía salvarse y esas cosas”.
Hasta que una vez cayó por la Iglesia y le preguntó a Garcés: “¿Tengo salida?”, y el pastor le dijo varias palabras y así empezó la conversión.
Pero el muchacho, al principio, parecía musitar las palabras, tenía una voz enronquecida, justamente como los que vienen de una resaca, tenía cicatrices alrededor de la frente (de hecho fue baleado en la cabeza, y estuvo muy mal). Ahora, el joven quiere dar testimonio de su cambio, y lo cuenta a quien se lo pregunte.
El pastor Garcés, de hecho, tiene algunas fotos de esas recorridas nocturnas. En una diapositiva exhibida en el stand se lo ve en el medio de un grupo enorme de chicos, hay uno que está con corbata impecable que es un joven de la Iglesia.
Es la primera vez que escucho que un grupo de personas van directamente a meterse en las barras de pibes en el preciso momento en que están tomando alcohol, o quizás fumando marihuana o algún estupefaciente.
Van con una consigna clara: “te invitamos a que conozcas a aquel que nos amó primero: nuestro Dios”.
Escuché, hace tres años, los relatos del grupo de mujeres evangélicas que, para defender o resguardar a una mujer golpeada tenían que enfrentarse a tipos furibundos y brutales. Tuvieron que formar la Red de Mujeres Cristianas que luchan contra la violencia familiar. Ahora, una de las mujeres de esa red, es Subsecretaria municipal de la Mujer y la Familia. Se llama Marisa Leno, y siguen trabajando como el primer día.

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